sábado, 2 de junio de 2012

José Bates

Cualquier cosa que el Capitán Bates hacía, lo hacía bien. Él no era un trabajador de corazón dividido, cuando servía como capitán de mar, determinó ser el más eficiente “capitán de mar” que “navegó los siete mares”.

Cuando descartó el tabaco y las bebidas alcohólicas, los abandonó para siempre, no dio ni un solo paso atrás. Cuando aceptó los puntos de vista de Guillermo Miller y comenzó a predicar el advenimiento de Cristo, puso todo su dinero y corazón a favor de su predicación. Cuando vio la luz sobre el Sábado del cuarto mandamiento, comenzó a guardar el sábado desde la primera ocasión.

La esposa de José, Prudencia, pensaba que él era impulsivo y excesivamente entusiasta en cuanto a las cosas. Ella siempre iba años detrás de su dinámico esposo, pero eventualmente logró ponerse a la par con él. Esto fue cierto, en cuanto a su aceptación del mensaje adventista y de la verdad del Sábado.

No fue mucho después de que José Bates conociera por primera vez la verdad del sábado (en un artículo por T. M. Preble en “Hope of Israel”; [La Esperanza de Israel], marzo, 1845) que él oyó un tema sobre un pequeño grupo de guardadores del sábado en las montañas de New Hampshire, en un pequeño pueblo llamado Washington. El líder era Frederick Wheeler. José Bates sintió un ardiente deseo de ver a esta gente y hablarles acerca de la fe. Así que compró un boleto en un tren y fue tan lejos como el tren pudo llevarlo, compró un boleto en una diligencia y fue tan lejos como la diligencia pudo llevarlo; el resto del camino lo hizo a pie. Llegó a la granja de Wheeler muy tarde de noche.

Las luces estaban apagadas y el primer ministro adventista en guardar la verdad del sábado estaba en cama. Bates no vaciló en despertarlo y conversaron la mayor parte de la noche. El hijo de Wheeler de once años de edad, Jorge, oyó la conversación y más tarde divulgó la historia. El siguiente día, Jorge y un trabajador contratado fueron a los campos a trabajar mientras el pastor Wheeler llevó al Capitán Bates a la casa de Cyrus Farnsworth en Millen Pond, cerca de la pequeña iglesia donde los adventistas observadores del sábado se reunían. Y allí, bajo los árboles de arce, Frederick Wheeler, Cyrus Farnsworth, su hermano Guillermo y José Bates se sentaron y conversaron acerca del Sábado.

Después de la reunión, realmente la primera conferencia adventista del séptimo día jamás realizada, Bates retornó a Fairhaven. Su mente estaba convencida. Su ánimo estaba rebosante y lleno de celo para predicar la verdad. “¡Oh cuanto amo este Sábado!”, exclamó él.

De vuelta en Fairhaven, el antiguo capitán de mar se encontró sobre el viejo puente que cruza el río Acushnet con un amigo suyo y compañero adventista, James Madison Monroe Hall, quien exclamó: “Capitán Bates, ¿Qué noticia hay?” La triunfante respuesta del hermano Bates fue: “La noticia es que el séptimo día es el Sábado del Señor nuestro Dios”. Hall no era fácil de convencer, pero los argumentos del capitán Bates eran convincentes, y Hall llegó a ser un converso de la doctrina del Sábado (él guardo el siguiente sábado) y se unió a Bates en esta verdad nuevamente descubierta. No mucho después de esto, Bates escribió un folleto sobre este tema, el cual fue un instrumento para conducir a Jaime y Elena White a aceptar esta luz.

Y ahora usted puede saber, por qué le llamamos al capitán Bates el Apóstol de la Verdad del Sábado.